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¡Por el sol y su claridad!
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¡Por la luna cuando le sigue!
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¡Por el día cuando lo muestra brillante!
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¡Por la noche cuando lo vela!
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¡Por el cielo y Quien lo ha edificado!
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¡Por la tierra y Quien la ha extentido!
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¡Por el alma y Quien le ha dado forma armoniosa,
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instruyéndole sobre su propensión al pecado y su temor de Dios!
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¡Bienaventurado quien la purifique!
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¡Decepcionado, empero, quien la corrompa!
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Los tamudeos, en su arrogancia, desmintieron.
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Cuando el más miserable de entre ellos se alzó.
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El enviado de Dios les dijo: «¡Dejad a la camella de Dios y que beba!»
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Le desmintieron y la desjarretaron. Su Señor, entonces, les aniquiló por su pecado, a todos por igual,
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sin temer las consecuencias de ello.