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¡Por el alba!
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¡Por diez noches!
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¡Por el par y el impar!
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¡Por la noche cuando transcurre...
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¿No es esto un juramento para el dotado de intelecto?
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¿No has visto cómo ha obrado tu Señor con los aditas,
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con Iram, la de las columnas,
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sin par en el país,
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con los tamudeos, que excavaron la roca en el valle,
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con Faraón el de las estacas,
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que se habían excedido en el país
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y que habían corrompido tanto en él?
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Tu Señor descargó sobre ellos el azote de un castigo.
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Tu Señor está, sí, al acecho.
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El hombre, cuando su Señor le prueba honrándolo y concediéndole gracias, dice: «¡Mi Señor me ha honrado!»
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En cambio. cuando le prueba restringiéndole su sustento, dice: «¡Mi Señor me ha despreciado!»
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¡No! Sois vosotros, más bien, los que no honráis al huérfano,
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ni os animáis unos a otros a alimentar al pobre,
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sino que devoráis vorazmente la herencia y
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amáis la hacienda con desordenado amor.
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¡No! Cuando la Tierra sea reducida a polvo fino
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y venga tu Señor con los ángeles en filas,
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ese día se traerá la gehena, ese día el hombre se dejará amonestar -y ¿de qué le servirá entonces la amonestación?-
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y dirá: «¡Ojalá hubiera enviado por delante para mi vida!»
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Ese día nadie castigará como Él,
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nadie atará como Él.
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«¡Alma sosegada!
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¡Vuelve a tu Señor, satisfecha, acepta!
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¡Y entra con Mis siervos,
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Entra en Mi Jardín!»