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Alguien ha pedido un castigo inmediato
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para los infieles, que nadie pueda rechazar,
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que venga de Alá, Señor de las gradas.
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Los ángeles y el Espíritu ascienden a Él en un día que equivale a cincuenta mil años.
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¡Ten, pues, digna paciencia!
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Piensan que está lejos,
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pero Nosotros pensamos que está cerca.
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El día que el cielo parezca metal fundido,
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y las montañas, copos de lana,
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y nadie pregunte por su amigo ferviente.
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Les será dado verles. El pecador querrá librarse del castigo de ese día ofreciendo como rescate a sus hijos varones,
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a su compañera, a su hermano,
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Al clan que lo cobijó,
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a todos los de la tierra. Eso le salvaría.
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¡No! Será una hoguera,
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que arrancará el cuero cabelludo
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y reclamará a quien retroceda y vuelva la espalda,
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a quien amase y atesore.
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El hombre es de natural impaciente.
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Pusilánime cuando sufre un mal,
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mezquino cuando la fortuna le favorece.
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Se exceptúa a quienes oran
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perseverando en su azalá,
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parte de cuyos bienes es de derecho
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para el mendigo y el indigente,
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que tienen por auténtico el día del Juicio,
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que temen el castigo de su Señor
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-nadie debe sentirse seguro contra el castigo de su Señor-,
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que se abstienen de comercio carnal,
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salvo con sus esposas o con sus esclavas -en cuyo caso no incurren en reproche,
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mientras que quienes desean a otras mujeres, ésos son los que violan la ley-,
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que respetan los depósitos que se les confían y las promesas que hacen,
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que dicen la verdad en sus testimonios,
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que observan su azalá.
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Esos tales estarán en jardines, honrados.
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¿Qué les pasa a los infieles, que vienen hacia ti corriendo con el cuello extendido,
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en grupos, por la derecha y por la izquierda?
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¿Es que cada uno de ellos anhela ser introducido en un jardín de delicia?
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¡No! Les creamos de lo que saben.
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¡Pues no! ¡Juro por el Señor de los Orientes y de los Occidentes, que somos bien capaces
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de sustituirles por otros mejores que ellos, sin que nadie pueda impedírnoslo!
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¡Déjales que parloteen y jueguen hasta que les llegue el día con que se les ha amenazado,
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el día que salgan de las sepulturas, rápidos como si corrieran hacia piedras erectas,
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la mirada abatida, cubiertos de humillación! Tal será el día con que se les había amenazado.