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Se acerca la Hora, se hiende la luna.
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Si ven un signo, se apartan y dicen: «¡Es una magia continua!»
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Desmienten y siguen sus pasiones. Pero todo está decretado.
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Ya han recibido noticias disuasivas,
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consumada sabiduría. Pero las advertencias no sirven.
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¡Apártate, pues, de ellos! El día que el Pregonero les convoque para algo horrible,
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abatida la mirada, saldrán de las sepulturas como si fueran langostas esparcidas,
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corriendo con el cuello extendido hacia el Pregonero. Dirán los infieles: «¡Éste es un día difícil!»
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Antes de ello, ya el pueblo de Noé había desmentido. Desmintieron a Nuestro siervo y dijeron: «¡Un poseso!», y fue rechazado.
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Entonces, invocó a su Señor. «¡Estoy vencido! ¡Defiéndete!»
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Abrimos las puertas del cielo a una lluvia torrencial
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y en la tierra hicimos manar fuentes. Y el agua se encontró según una orden decretada.
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Le embarcamos en aquello de planchas y de fibras,
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que navegó bajo Nuestra mirada como retribución de aquél que había sido negado.
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La dejamos como signo. Pero ¿hay alguien que se deje amonestar?
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Y ¡cuáles no fueron Mi castigo y Mis advertencias!
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Hemos facilitado el Corán para que pueda servir de amonestación. Pero ¿hay alguien que se deje amonestar?
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Los aditas desmintieron y ¡cuáles no fueron Mi castigo y Mis advertencias!
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En un día nefasto e interminable enviamos contra ellos un viento glacial,
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que arrancaba a los hombres como si hubieran sido troncos de palmeras descuajadas.
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Y ¡cuáles no fueron Mi castigo y Mis advertencias!
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Hemos facilitado el Corán para que pueda servir de amonestación. Pero ¿hay alguien que se deje amonestar?
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Los tamudeos desmintieron las advertencias
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y dijeron: «¿Vamos a seguir a un solo mortal, salido de nosotros? ¡Estaríamos extraviados y deliraríamos!
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¿A él, entre nosotros, se le iba a confiar la Amonestación? ¡No, sino que es un mentiroso, un insolente!»
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¡Mañana verán quién es el mentiroso, el insolente!
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Vamos a enviarles la camella para tentarles. ¡Obsérvales y ten paciencia!
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Infórmales de que el agua debe repartirse entre ellos y de que beberán por turno.
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Llamaron a su paisano, que se hizo cargo y desjarretó.
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Y ¡cuáles no fueron Mi castigo y Mis advertencias!
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Les lanzamos un solo Grito y fueron como hierba seca que se emplea para levantar una cerca.
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Hemos facilitado el Corán para que pueda servir de amonestación. Pero ¿hay alguien que se deje amonestar?
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El pueblo de Lot desmintió las advertencias.
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Enviamos contra ellos una tempestad de arena. Exceptuamos a la familia de Lot, a la que salvamos al rayar el alba,
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en virtud de una gracia venida de Nosotros. Así retribuimos al agradecido.
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Les había prevenido contra Nuestro rigor, pero pusieron en duda las advertencias.
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Le exigieron a sus huéspedes y les apagamos los ojos. «¡Gustad Mi castigo y Mis advertencias!»
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A la mañana siguiente, temprano, les sorprendió un castigo duradero.
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«¡Gustad Mi castigo y Mis advertencias!»
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Hemos facilitado el Corán para que pueda servir de amonestación. Pero ¿hay alguien que se deje amonestar?
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Y, ciertamente, la gente de Faraón fue advertida.
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Desmintieron todos Nuestros signos y les sorprendimos como sorprende Uno poderoso, potísimo.
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¿Son vuestros infieles mejores que aquéllos? ¿O hay en las Escrituras algo que os inmunice?
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¿O dicen: «Somos un conjunto capaz de defenderse»?
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Todos serán derrotados y huirán.
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Pero la Hora es el tiempo que se les ha fijado y la Hora es crudelísima, amarguísima.
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Los pecadores están extraviados y deliran.
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El día que sean arrastrados boca abajo al Fuego: «¡Gustad el contacto del saqar !»
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Todo lo hemos creado con medida.
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Nuestra orden no consiste sino en una sola palabra, como un abrir y cerrar de ojos.
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Hemos hecho perecer a vuestros semejantes. Pero ¿hay alguien que se deje amonestar?
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Todo lo que han hecho consta en las Escrituras.
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Todo, grande o pequeño, está con signado.
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Los temerosos de Alá estarán entre jardines y arroyos,
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en una sede buena, junto a un potísimo Monarca.