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Éstas son las aleyas de la Escritura sabia.
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Tú, quizá, te consumas de pena porque no creen.
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Si quisiéramos, haríamos bajar del cielo sobre ellos un signo y doblarían ante él la cerviz.
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No les llega una nueva amonestación del Compasivo que no se aparten de ella.
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Han desmentido, pero recibirán noticias de aquello de que se burlaban.
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¿No han visto cuánta especie generosa de toda clase hemos hecho crecer en la tierra?
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Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen.
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En verdad, tu Señor es el Poderoso, el Misericordioso.
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Y cuando tu Señor llamó a Moisés: «Ve al pueblo impío,
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al pueblo de Faraón. ¿No van a temerme ?»
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Dijo: «¡Señor! Temo que me desmientan.
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Me angustio, se me traba la lengua. ¡Envía por Aarón!
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Me acusan de un crimen y temo que me maten».
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Dijo: «¡No! ¡Id los dos con Nuestros signos! Estamos con vosotros, escuchamos.
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Id a Faraón y decid: ´¡Nos ha enviado el Señor del universo:
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¡Deja marchar con nosotros a los Hijos de Israel!´»
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Dijo: «¿No te hemos educado, cuando eras niño, entre nosotros? ¿No has vivido durante años de tu vida entre nosotros?
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Desagradecido, hiciste lo que hiciste»
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Dijo: «Lo hice cuando estaba extraviado.
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Tuve miedo de vosotros y me escapé. Mi Señor me ha regalado juicio y ha hecho de mí uno de los enviados.
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¿Es ésta una gracia que me echas en cara, tú que has esclavizado a los Hijos de Israel?»
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Faraón dijo: «Y ¿qué es ´el Señor del universo´?»
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Dijo: «Es el Señor de los cielos, de la tierra y de lo que entre ellos está. Si estuvierais convencidos...»
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Dijo a los circunstantes: «¡Habéis oído?»
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Dijo. «Es vuestro Señor y Señor de vuestros antepasados...»
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Dijo: «¡El enviado que se os ha mandado es; ciertamente, un poseso!»
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Dijo: «...el Señor del Oriente y del Occidente y de lo que entre ellos está. Si razonarais...»
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Dijo: «¡Si tomas por dios a otro diferente de mí, he de enviarte a la cárcel!»
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Dijo: «¿Y si te trajera algo claro?»
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Dijo: «¡Tráelo‚ si es verdad lo que dices!»
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Moisés tiró su vara y he aquí que ésta se convirtió en una auténtica serpiente.
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Sacó su mano y he aquí que apareció blanca a los ojos de los presentes.
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Dijo a los dignatarios que le rodeaban: «Sí, éste es un mago muy entendido,
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que quiere expulsaros de vuestra tierra con su magia. ¿Qué ordenáis?»
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Dijeron: «Dales largas, a él y a su hermano, y envía a las ciudades a agentes que convoquen,
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que te traigan a los magos más entendidos, a todos».
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Los magos fueron convocados para una determinada hora del día convenido
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y se dijo a la gente: «¿No queréis asistir?
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Quizás, así, sigamos a los magos, si son ellos los que ganan»
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Cuando llegaron los magos dijeron a Faraón: «Si ganamos, recibiremos una recompensa, ¿no?»
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Dijo: «¡Sí! Y seréis entonces, ciertamente, de mis allegados».
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Moisés les dijo: «¡Tirad lo que vayáis a tirar!»
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Y tiraron sus cuerdas y varas, y dijeron: «¡Por el poder de Faraón, que venceremos!»
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Moisés tiró su vara y he aquí que ésta engulló sus mentiras.
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Y los magos cayeron prosternados.
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Dijeron: «¡Creemos en el Señor del universo,
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el Señor de Moisés y de Aarón!»
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Dijo: «¡Le habéis creído antes de que yo os autorizara a ello! ¡Es vuestro maestro, que os ha enseñado la magia! ¡Vais a ver! ¡He de haceros amputar las manos y los pies opuestos! ¡Y he de haceros crucificar a todos!»
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Dijeron: «¡No importa! ¡Nos volvemos a nuestro Señor!
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Anhelamos que nuestro Señor nos perdone nuestros pecados, ya que hemos sido los primeros en creer».
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E inspiramos a Moisés: «¡Parte de noche con Mis siervos! ¡Seréis perseguidos!»
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Faraón envió a las ciudades a agentes que convocaran:
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«Son una banda insignificante
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y, ciertamente, nos han irritado.
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Nosotros, en cambio, somos todo un ejército y estamos bien prevenidos».
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Les expulsamos de sus jardines y fuentes,
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de sus tesoros y suntuosas residencias.
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Así fue, y se lo dimos en herencia a los Hijos de Israel.
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A la salida del sol, les persiguieron.
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Cuando los dos grupos se divisaron, dijeron los compañeros de Moisés: «¡Nos ha alcanzado!»
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Dijo: «¡No! ¡Mi Señor está conmigo, el me dirigirá!»
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E inspiramos a Moisés: «¡Golpea el mar con tu vara!» El mar, entonces, se partió y cada parte era como una imponente montaña.
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Hicimos que los otros se acercaran allá,
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y salvamos a Moisés y a todos los que con él estaban.
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Luego, anegamos a los otros.
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Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen.
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¡Sí, tu Señor es el Poderoso, el Misericordioso!
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¡Cuéntales la historia de Abraham!
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Cuando dijo a su padre y a su pueblo: «¿Qué servís?»
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Dijeron: «Servimos a ídolos y continuaremos entregándonos a su culto».
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Dijo: «Y ¿os escuchan cuando les invocáis?
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¿Pueden aprovecharos o haceros daño?»
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Dijeron: «¡No, pero encontramos que nuestros antepasados hacían lo mismo!»
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Dijo: «¿Y habéis visto lo que servíais,
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vosotros y vuestros lejanos antepasados?
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Son mis enemigos, a diferencia del Señor del universo.
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Que me ha creado y me dirige,
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me da de comer y de beber,
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me cura cuando enfermo,
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me hará morir y, luego, me volverá a la vida,
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de Quien anhelo el perdón de mis faltas el día del Juicio.
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¡Señor! ¡Regálame juicio y reúneme con los justos!
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¡Haz que tenga una buena reputación en mi posteridad!
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¡Cuéntame entre los herederos del Jardín de la Delicia!
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¡Perdona a mi padre, estaba extraviado!
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No me avergüences el día de la Resurrección,
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el día que no aprovechen hacienda ni hijos varones,
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excepto a quien vaya a Alá con corazón sano».
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El Jardín será acercado a quienes hayan temido a Alá
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y el fuego de la gehena aparecerá ante los descarriados.
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Se les dirá: «¿Dónde está lo que servíais
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en lugar de servir a Alá? ¿Pueden auxiliaros o auxiliarse a sí mismos?»
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Ellos y los descarriados serán precipitados en él,
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así como las huestes de Iblis, todas.
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Ya en él dirán mientras disputan:
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«¡Por Alá, que estábamos, sí, evidentemente extraviados
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cuando os equiparábamos al Señor del universo!
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Nadie sino los pecadores nos extraviaron
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y, ahora, no tenemos a nadie que interceda,
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a ningún amigo ferviente.
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Si pudiéramos volver para ser creyentes...»
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Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen.
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Tu Señor es, ciertamente, el Poderoso, el Misericordioso.
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El pueblo de Noé desmintió a los enviados.
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Cuando su hermano Noé les dijo: «¿Es que no vais a temer a Alá?
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Tenéis en mí a un enviado digno de confianza.
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¡Temed, pues, a Alá y obedecedme!
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No os pido por ello ningún salario. Mi salario no incumbe sino al Señor del universo.
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¡Temed, pues, a Alá y obedecedme!»
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Dijeron: «¿Vamos a creerte a ti, siendo así que son los más viles los que te siguen?»
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Dijo: «¿Y qué sé yo de sus obras?
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Sólo a mi Señor tienen que dar cuenta. Si os dierais cuenta...
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¡No voy yo a rechazar a los creyentes!
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¡Yo no soy más que un monitor que habla claro!»
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Dijeron: «¡Noé! Si no paras, ¡hemos de lapidarte!»
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Dijo: «¡Señor! Mi pueblo me desmiente.
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¡Falla, pues, entre yo y ellos, y sálvame, junto con los creyentes que están conmigo!»
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Les salvamos, pues, a él y a quienes estaban con él en la nave abarrotada.
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Luego, después, anegamos al resto.
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Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen.
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En verdad, tu Señor es el Poderoso. el Misericordioso.
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Los aditas desmintieron a los enviados.
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Cuando su hermano Hud les dijo: «¿Es que no vais a temer a Alá?
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Tenéis en mí a un enviado digno de confianza.
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¡Temed, pues, a Alá y obedecedme!
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No os pido por ello ningún salario. Mi salario no incumbe sino al Señor del universo.
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¡Construís en cada colina un monumento para divertiros
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y hacéis construcciones esperando, quizá, ser inmortales?
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Cuando usáis de violencia lo hacéis sin piedad.
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¡Temed, pues, a Alá y obedecedme!
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¡Temed a Quien os ha proveído de lo que sabéis:
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de rebaños e hijos varones,
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de jardines y fuentes!
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¡Temo por vosotros el castigo de un día terrible!»
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Dijeron: «¡Nos da lo mismo que nos amonestes o no!
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No hacemos sino lo que acostumbraban a hacer los antiguos.
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¡No se nos castigará!»
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Le desmintieron y les aniquilamos. Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen.
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En verdad, tu Señor es el Poderoso, el Misericordioso.
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Los tamudeos desmintieron a los enviados.
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Cuando su hermano Salih les dijo: «¿Es que no vais a temer a Alá?
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Tenéis en mí a un enviado digno de confianza.
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¡Temed, pues, a Alá y obedecedme!
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No os pido por ello ningún salario. Mi salario no incumbe sino al Señor del universo.
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¿Se os va a dejar en seguridad con lo que aquí abajo tenéis,
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entre jardines y fuentes,
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entre campos cultivados y esbeltas palmeras,
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y continuaréis excavando, hábilmente, casas en las montañas?
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¡Temed, pues, a Alá y obedecedme!
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¡No obedezcáis las órdenes de los inmoderados,
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que corrompen en la tierra y no la reforman!»
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Dijeron: «¡Eres sólo un hechizado!
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¡No eres sino un mortal como nosotros! ¡Trae un signo, si es verdad lo que dices!»
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Dijo: «He aquí una camella. Un día le tocará beber a ella y otro día a vosotros.
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¡No le hagáis mal! ¡Si no, os sorprenderá el castigo de un día terrible!»
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Pero ellos la desjarretaron... y se arrepintieron.
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Y les sorprendió el Castigo. Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen.
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¡En verdad, tu Señor es el Poderoso, el Misericordioso!
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El pueblo de Lot desmintió a los enviados.
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Cuando su hermano Lot les dijo: «¿Es que no vais a temer a Alá?
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Tenéis en mí a un enviado digno de confianza.
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¡Temed, pues, a Alá y obedecedme!
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No os pido por ello ningún salario. Mi salario no incumbe sino al Señor del universo.
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¿Os llegáis a los varones, de las criaturas,
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y descuidáis a vuestras esposas, que vuestro Señor ha creado para vosotros? Sí, sois gente que viola la ley».
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Dijeron: «Si no paras, Lot, serás, ciertamente, expulsado».
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Dijo: «Detesto vuestra conducta.
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¡Señor! ¡Sálvanos, a mí y a mi familia, de lo que hacen!»
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Y les salvamos, a él y a su familia, a todos,
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salvo a una vieja entre los que se rezagaron.
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Luego, aniquilamos a los demás.
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E hicimos llover sobre ellos una lluvia. ¡Lluvia fatal para los que habían sido advertidos!
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Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen.
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¡En verdad tu Señor es el Poderoso, el Misericordioso!
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Los habitantes de la Espesura desmintieron a los enviados.
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Cuando Suayb les dijo: «¡Es que no vais a temer a Alá?
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Tenéis en mí a un enviado digno de confianza.
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¡Temed, pues, a Alá y obedecedme!
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No os pido por ello ningún salario. Mi salario no incumbe sino al Señor del universo.
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¡Dad la medida justa, no hagáis trampa!
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¡Pesad con una balanza exacta!
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¡No dañeis a nadie en sus cosas y no obréis mal en la tierra corrompiendo!
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¡Temed a Quien os ha creado, a vosotros y a las generaciones antiguas!»
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Dijeron: «Eres sólo un hechizado.
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No eres sino un mortal como nosotros. Creemos que mientes.
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Si es verdad lo que dices, ¡haz que caiga sobre nosotros parte del cielo!»
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Dijo: «Mi Señor sabe bien lo que hacéis».
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Le desmintieron. Y el castigo del día de la Sombra les sorprendió: fue el castigo de un día terrible.
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Ciertamente, hay en ello un signo, pero la mayoría no creen.
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¡En verdad, tu Señor es el Poderoso, el Misericordioso!
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Es, en verdad, la Revelación del Señor del universo.
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El Espíritu digno de confianza lo ha bajado
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a tu corazón, para que seas uno que advierte.
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En lengua árabe clara,
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y estaba, ciertamente, en las Escrituras de los antiguos.
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¿No es para ellos un signo que los doctores de los Hijos de Israel lo conozcan?
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Si lo hubiéramos revelado a uno no árabe
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y éste se lo hubiera recitado, no habrían creído en él.
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Así se lo hemos insinuado a los pecadores,
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pero no creerán en él hasta que vean el castigo doloroso,
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que les vendrá de repente, sin presentirlo.
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Entonces, dirán: «¿Se nos diferirá?»
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¿Quieren, entonces, adelantar Nuestro castigo?
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Y ¿qué te parece? Si les dejáramos gozar durante años
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y, luego, se cumpliera en ellos la amenaza,
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no les serviría de nada el haber disfrutado tanto.
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No hemos destruido nunca una ciudad sin haberle enviado antes quienes advirtieran,
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como amonestación. No somos injustos.
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No son los demonios quienes lo han bajado:
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ni les estaba bien, ni podían hacerlo.
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Están, en verdad, lejos de oírlo.
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No invoques a otros dioses junto con Alá si no, serás castigado.
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Advierte a los miembros más allegados de tu tribu.
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Sé benévolo con los creyentes que te siguen.
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Si te desobedecen, di: «Soy inocente de lo que hacéis».
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Confía en el Poderoso, el Misericordioso,
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Que te ve cuando estás de pie
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y ve las posturas que adoptas entre los que se prosternan.
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Él es Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe.
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¿Tengo que informaros de sobre quién descienden los demonios?
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Descienden sobre todo mentiroso pecador.
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Aguzan el oído... Y la mayoría mienten.
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En cuanto a los poetas, les siguen los descarriados.
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¿No has visto que van errando por todos los valles
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y que dicen lo que no hacen?
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No son así los que creen, obran bien, recuerdan mucho a Alá y se defienden cuando son tratados injustamente. ¡Los impíos verán pronto la suerte que les espera!