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¡No! ¡Juro por el día de la Resurreción!
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¡Que no! ¡Juro por el alma que reprueba!
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¿Cree el hombre que no juntaremos sus huesos?
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¡Claro que sí! Somos capaces de recomponer sus dedos.
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Pero el hombre preferiría continuar viviendo como un libertino.
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Pregunta: «¿Cuándo será el día de la Resurrección?»
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Cuando se ofusque la vista,
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se eclipse la luna,
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se reúnan el sol y la luna,
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ese día, el hombre dirá: «Y ¿adónde escapar?»
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¡No! ¡No habrá escape!
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Ese día, el lugar de descanso estará junto a tu Señor.
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Ese día, ya se le informará al hombre de lo que hizo y de lo que dejó de hacer.
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¡Más aún! El hombre testificará contra sí mismo,
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aun cuando presente sus excusas.
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No muevas la lengua al recitarlo para precipitarla!
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¡Somos Nosotros los encargados de juntarlo y de recitarlo!
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Y, cuando lo recitemos, ¡sigue la recitación!
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Luego, a Nosotros nos toca explicarlo.
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Pero ¡no! En lugar de eso, amáis la vida fugaz
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y descuidáis la otra vida.
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Ese día, unos rostros brillarán,
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mirando a su Señor,
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mientras que otros, ese día, estarán tristes,
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pensando que una calamidad les alcance.
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¡No! Cuando suba hasta las clavículas,
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se diga: «¿quién es encantador?»,
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crea llegado el momento de la separación
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y se junte una pierna con otra,
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ese día la marcha será hacia tu Señor.
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No creyó, ni oró,
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antes bien, desmintió y se desvió.
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Luego, se volvió a los suyos con andar altanero.
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¡Ay de ti! ¡Ay!
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¡Sí! ¡Ay de ti! ¡Ay!
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¿Cree el hombre que no van a ocuparse de él?
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¿No fue una gota de esperma eyaculada
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y, luego, un coágulo de sangre? Él lo creó y le dio forma armoniosa.
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E hizo de él una pareja: varón y hembra.
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Ese tal ¿no será capaz de devolver la vida a los muertos?