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¡Por los corceles jadeantes,
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que hacen saltar chispas,
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cargan el alba,
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levantando, así, una nube de polvo
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y rompen a través de una hueste!
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El hombre, en verdad, es muy desagradecido con su Señor,
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y él es, sí, testigo de ello.
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Y ama ardientemente, sí, los bienes terrenales.
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¿No sabe, acaso, que cuando lo que hay en las sepulturas sea vuelto al revés
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y se haga público lo que hay en los pechos,
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ese día, su Señor estará, ciertamente, bien informado de ellos?